Toda idea filosófica tiene que ser como una bofetada, si no, no es filosofía. Ese es el pilar fundamental en el pensamiento del alemán Wolfram Eilenberger (Freiburg, 1972), uno de los filósofos contemporáneos más en forma y que más ha llegado a los lectores con libros como Tiempo de magos, sobre la filosofía de Heidegger, Benjamin, Cassirer y Wittgenstein, o El fuego de la libertad sobre Beauvoir, Rand, Weil y Arendt. Por eso no le da miedo que sus ideas hagan arquear las cejas. Al contrario: las verdaderas preguntas deben removernos, apelar a nuestra naturaleza más profunda, incluso atemorizarnos. Solo desde ahí, dice, estará el poder transformador y la posibilidad de crecimiento personal que trae consigo esta disciplina.
Y no hay que ser ningún erudito lector de un millón de libros para cuestionarse. Un niño de cinco años puede hacerlo. Como sus hijas, que dieron lugar a su último libro, ¿Sufren las piedras? (Taurus), un diálogo entre un padre y su hija por el que peregrinan aquellas preguntas que un día nos hicimos y que luego dejamos de hacernos porque o bien las olvidamos, o porque no le damos más vueltas a la respuesta o porque creemos que no va más allá hablar de eso. Son preguntas que apelan a nuestra muerte, a la de nuestros seres queridos – ¿Dónde está ahora el abuelo? – al significado de la amistad – ¿Volvemos a ser amigos? – o el sentido del perdón – ¿Por qué debo disculparme?. Desde luego, no son fáciles y hay que ser valiente. O tener cinco años y ser, por tu propia naturaleza infantil, un verdadero radical.