Antaño potencia poblacional del mundo, China afronta una larga decadencia demográfica. Su tiempo aún no ha llegado. Sigue siendo el país más poblado del planeta. Pero sus patrones de envejecimiento y sus menguantes tasas de natalidad no engañan. Al término del siglo, los habitantes de China se parecerán más a los envejecidos y poco fértiles europeos que a los más pujantes y jóvenes de Nigeria o la India, para entonces el país más numeroso. Un problema del que el gobierno es consciente.
De un tiempo a esta parte el Partido Comunista se ha propuesto atajar los comportamientos poco provechosos de sus ciudadanos en materia demográfica. Un ejemplo lo tenemos en la conferencia que celebra estos días en la capital: además de tratar asuntos geopolíticos de vital importancia, los miembros del aparato estatal también barajan ideas para gestionar mejor las habilidades románticas, emocionales y sexuales de sus ciudadanos. Y qué mejor que educarles sobre ello en las aulas.
Tal y como explica Global Times, el órgano de propaganda oficial del régimen, Yu Xinwei, delegada en la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, ha sugerido impartir estudios relacionados con el «emparejamiento, el matrimonio, las relaciones familiares y las relaciones padre-hijo». Los alumnos chinos carecen de «educación emocional», argumenta, e incurren en «excesivos altibajos» sentimentales, llegando a «comportamientos extremos» fruto de sus decepcionantes habilidades interpersonales.