¿De qué se ríen los británicos? La pregunta es capciosa. Damos por supuesto que el suyo es un humor flemático, una fértil encrucijada entre agresión verbal, sarcasmo y sutileza. Que se ríen con los destellos de ironía exquisita de las comedias Ealing, con la torpeza solemne de Mr. Bean, con el dadaísmo corrosivo de Monty Python o con el gracejo tribal de Nigel Planer y sus Los jóvenes.
La realidad, tal y como apunta el crítico teatral Charles Isherwood, es bastante más prosaica: el hombre que más (y mejor) hizo reír al Reino Unido tal vez fuese Alfred Hawthorne Hill, más conocido como Benny Hill (1924-1992). Isherwood, estadounidense y anglófilo, reconoce que gozaba con el humor “desvergonzado y procaz” de El show de Benny Hill (The Benny Hill Show), artefacto televisivo nacido a mediados de los cincuenta y que, contra todo pronóstico, sobrevivió en la parrilla, sin actualizarse apenas, sin edulcorar ni un ápice su fórmula incompatible con cualquier atisbo de corrección política, hasta 1989.