Soy una persona muy reservada y no me interesa en absoluto la atención del público. Pero, ante los ataques increíblemente erróneos y engañosos hacia mi padre, Woody Allen, me parece que no puedo permanecer en silencio mientras se le condena por un crimen que no cometió.
Estuve presente ante todo lo que sucedió en nuestra casa antes, durante y después del supuesto acontecimiento. Ahora que la histeria pública de comienzos de este año se ha apagado un poco y tengo algo de esperanza de que la verdad pueda ser escuchada, quiero compartir mi historia.
El 4 de agosto de 1992 era un día cálido y soleado en Bridgewater, Connecticut, pero en nuestra casa familiar, Frog Hollow, había un escalofrío en el aire. Mi madre, Mia Farrow, había salido a comprar con su amiga de la infancia, Casey Pascal. Yo tenía catorce años, y estaba en casa con mi hermana pequeña, Dylan, que acababa de cumplir siete años; mi hermano Satchel, que tenía cuatro años y ahora se llama Ronan, y los tres hijos de Casey. Nos vigilaba nuestra niñera, Kristi, así como la niñera de Casey, Alison, y nuestra profesora de francés, Sophie. La casa estaba llena.