En los momentos más difíciles, el presidente venezolano, Nicolás Maduro, ha recurrido al apoyo de Rusia.
En enero, cuando Estados Unidos impuso sanciones a la industria energética de Venezuela, la petrolera rusa Rosneft ayudó a que el país suramericano canalizara sus exportaciones de petróleo hacia Asia. En marzo, cuando los rumores de una intervención armada de Estados Unidos alcanzaron un punto crítico, dos aviones con técnicos militares rusos aterrizaron en Caracas, en señal de que Rusia estaba del lado de Venezuela.
Sin embargo, cada vez se hace más evidente que, fuera de este tipo de acciones notorias con pocos efectos reales, los lazos económicos entre Venezuela y Rusia se están debilitando. Varios bancos, exportadores de granos e incluso fabricantes de armas rusos han suspendido sus actividades comerciales con Venezuela, ahuyentados precisamente por el colapso económico que pretendían ayudar a evitar.