viernes 22 de septiembre de 2023
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El derrumbe de Ginés

Lo aplauden, como siempre. Pero más, porque es el final de una carrera brillante. Se van a reventar las manos aplaudiendo y a él la cara blanca se le va a volver rosa y ese pelo de espuma le va a brillar y los dientes no le van caber en la sonrisa de costado, nerviosa, pero feliz. Es hora de cerrar su carrera y así va a ser: el broche de oro de una trayectoria enorme, casi intachable. Es el sanitarista más grande del país después de Ramón Carrillo. Algunos, en el entorno, creen que ha hecho todavía más: los remedios para los pobres, la atención primaria de la salud, la distribución de anticonceptivos, la pelea contra las mafias de los laboratorios. Y allá por 2005 cuando puso el aborto en la agenda política, cuando los pañuelos verdes todavía no se multiplicaban en carteras, cuellos y muñecas. Va a entrar en la historia. Quienes lo adoran fantasean con que debería ser un Cadillac. Sí, hablan de un Cadillac descapotable y que salga saludando. Y en tirarle flores mientras él mueve sus manos como un tipo querido por los suyos, que ha hecho lo mejor. Una retirada triunfal, merecida, es hora de vivir una vejez orgullosa. Pero en la política las cosas no siempre son como se imaginan. Ahora está subido a un coche negro. Él y su chofer. Afuera hay un puñado de indignados que le golpean las ventanillas y se le suben al capot. Cuando un arsenal de periodistas y camarógrafos con barbijos se agolpan para tener la imagen del escándalo, el auto logra salir del tumulto zigzagueando a lo bruto, como un animal atontado que se sacude un enjambre de abejas y se escapa como puede. Pasa los semáforos en rojo de la avenida 9 de Julio escoltado por una camioneta de policía y diez minutos después, cuando se baja en la entrada del edificio donde vive, en las Torres Le Parc de Puerto Madero, da diez pasos pesados hasta la puerta. Lo reciben con el repiqueteo de cacerolas. Alza la cabeza para mirar y desde un balcón alguien grita hijo de puta.

Ginés González García, a quien nadie le imaginaba otra salida que no fuera por la puerta grande, como un héroe, como un Quijote, como un San Martín, se desmorona como un ídolo de barro. ¿Por qué Ginés? ¿Por qué así? ¿Por qué Ginés?

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