Alberto Fernández y Cristina Kirchner obtuvieron ayer una victoria arrasadora, que superó aun las expectativas de quienes, en el Frente de Todos, encabezaban el optimismo. Esta madrugada registraban un 47,36% de los votos, contra un 32,24% de Mauricio Macri y Miguel Pichetto.
Para el Gobierno, es un resultado catastrófico, cuya reversión demandaría, en octubre, una hazaña. El kirchnerismo demostró ayer que está en condiciones de ganar la presidencia en la primera vuelta. A estas incógnitas se agrega, por supuesto, otra: la capacidad del oficialismo para garantizar la gobernabilidad hasta diciembre. Desde anoche, la conducta de Fernández y la relación que con él tenga el Presidente serán claves para el orden general, sobre todo en el aspecto económico. El principal reto de Macri es, desde anoche, conducir un proceso que sigue teniendo la dinámica de una competencia de poder, pero que, al mismo tiempo, ha adquirido los rasgos de una transición hacia otro orden. Para Macri, Fernández es un rival, pero, al mismo tiempo, un socio.