El dueño de la Luna vive en Oregon, en la costa oeste de Estados Unidos. Le pedí una entrevista y estoy a punto de conocerlo: en mi casa de Villa Ortúzar espero por Christopher Lamar en la pantalla de mi computadora. A la hora convenida, en punto, un hombre de cachetes generosos y canas al ras de unos cincuenta y tantos sonríe antes de hablarme. A sus espaldas se adivina, tras un gran ventanal, un pequeño jardín. Hoy el dueño de la Luna atiende desde casa y por Skype.
Christopher Lamar es el CEO desde 2014 de Lunar Embassy, la empresa que vende lotes en la Luna desde 1980. Entonces no existía Internet y la venta era cara a cara, en los centros comerciales. Dennis Hope, el creador del negocio, iba y ofrecía «un regalo de Navidad único». Dice haber vendido en esos días 600 propiedades en dos semanas. Entonces Lunar Embassy se llamaba de otra manera y se inventaba en Gardnerville, un pueblo de Nevada.
A poco más de diez años de la llegada del hombre a la Luna en 1969, unos tantos más desde que la Unión Soviética lanzara en 1957 el primer satélite artificial de la historia al espacio, el Sputnik 1, y con la carrera por la conquista del espacio ya con algunos resultados puestos, un deprimidísimo Dennis Hope conducía su auto por una calle de su pueblo. Se había divorciado y, en palabras de Lamar: «No sabía qué hacer, qué sería de su vida. Y tuvo una epifanía: pensaba que si tuviera muchas propiedades las cosas serían más llevaderas para él. Mientras esperaba en un semáforo miró por la ventana y estaba la Luna. Luna llena. Y pensó: ‘Ahí hay un montón de propiedades'».