lunes 20 de marzo de 2023
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El enigma Petro-Uribe: dos enemigos que se defienden

Cuando Petro entró por la puerta, Uribe ya se había bebido la primera infusión. “Presidente”, saludó uno. “Presidente”, le correspondió el otro. Se sentaron en un sofá de la casa de Héctor Carvajal, un abogado amigo de ambos. Era la tercera vez que se veían en poco más de seis meses. Era de noche, y Petro lucía visiblemente cansado por un día muy ajetreado, acababa de llegar de Bucaramanga en el avión presidencial. Uribe le preguntó de sopetón cómo veía la situación del país. En vez de contestar, el presidente actual le devolvió la pregunta y escuchó durante un rato largo un análisis de Uribe sobre la economía, su principal preocupación. “Una vaina afable, tranquila, como dos amigos”, según un testigo del encuentro. Después ambos se levantaron y se sentaron en una mesa, donde les esperaba una sopa preparada por un joven chef amante de la nouvelle cuisine.

La relación que han forjado Gustavo Petro y Álvaro Uribe en el último medio año es uno de los grandes enigmas de la política colombiana. ¿Qué buscan el uno y el otro? En el pasado fueron enemigos encarnizados, se detestaban. Ahora se reúnen cada cierto tiempo y discuten sobre la actualidad del país. En público se respetan como nunca antes. El otro día, Uribe afeó delante de una multitud a un hombre que insultó a Petro micrófono en mano. Petro ha dejado de referirse en sus discursos a Uribe, a sus haciendas, a su legado, algo que antes hacía con frecuencia, casi como un vicio. ¿Cómo han llegado hasta este punto?

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