El anuncio de que el Banco Central dejará de lado las limitaciones para intervenir en el mercado cambiario para tratar de evitar una nueva corrida contra el peso marca un punto de inflexión en la estrategia del Fondo Monetario Internacional (FMI), que acepta una modificación radical y de facto de lo dispuesto en el acuerdo de Stand-by vigente y cede al extremo en su visión sobre el manejo de la economía nacional para favorecer las chances de Cambiemos en la elección de octubre.
El comunicado a través del cual el Comité de Política Monetaria (COPOM) del Banco Central (BCRA) dispuso salir a enfrentar “la volatilidad cambiaria observada en los últimos días” mediante ventas de divisas “tanto dentro de lo que se había definido hasta ahora como Zona de No Intervención (ZNI), como fuera de la misma” implica en la práctica la virtual finalización de ese sistema.
La ZNI había surgido al momento de la firma del segundo Stand-by en octubre de 2018 como un compromiso entre la postura del ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, y el jefe del Central, Guido Sandleris, y la de los técnicos del Fondo. Mientras los funcionarios argentinos insistían en la necesidad de disponer de herramientas directas de intervención cambiaria ante un año electoral en el que, preveían, la constante iba a ser la volatilidad y la dolarización de carteras de inversión, el organismo planteaba la conveniencia de que la divisa flotara libremente y que subiera hasta el punto en que el propio mercado lo decidiera. Así, la ZNI, con un piso y un techo separados por una brecha amplia del 30% y con un esquema de actualización, implicó una “flotación libre” dentro de una banda que debía evitar una apreciación o una depreciación excesiva del tipo de cambio. Por lo que se ve hoy, los funcionarios argentinos tenían razón sobre los peligros del sistema.