Las políticas del FMI pusieron en escena al mismo organismo añejo que, cada vez que tomó control de una economía en problemas, empeoró gravemente su crisis. Por supuesto, probar otra vez con el mismo veneno no puede ser un error.
Detrás del aparente tecnicismo exhibido por su staff y por los funcionarios del gobierno nacional, hay una decisión política dura, omitida en los análisis de los medios de comunicación dominantes: reprimarizar la economía para hacerla más dependiente del interés de las grandes potencias. Es el mismo resultado de los ensayos de la última dictadura militar y de la Convertibilidad.
Si bien el gobierno ya venía transitando ese camino desde que asumió, como resultado de la reducción del crédito a la producción, de los recursos a la ciencia y la tecnología, de la liberalización comercial y financiera, de la baja del consumo y del aumento del costo energético y del transporte, el enorme aporte de capital del FMI y sus exigencias de recorte más acelerado del gasto público, imprimen una mayor velocidad al proceso de degradación de la estructura productiva.