A nadie le gusta sentirse engañado.
Hay ocasiones en que nuestra propia ignorancia sobre los productos que compramos nos juega una mala pasada, y otras en que los fabricantes aprovechan las circunstancias para vender «gato por liebre», como a veces pasa con el aceite de oliva.
Desde que se recoge la aceituna del árbol, hasta que llega a la estantería del supermercado, hay una larga cadena de producción.
«El fraude en el mercado del aceite de oliva ha estado presente por mucho tiempo», le dice a la BBC Susan Testa, directora de innovación culinaria de la productora italiana Bellucci.
«Se puede mezclar con otros tipos de aceite», agrega, sin que la etiqueta lo advierta.