miércoles 27 de septiembre de 2023
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El legado de Christopher Lee

Bela Lugosi como Drácula ocupa un lugar tan fijo en la cultura que a veces olvidamos que esa adaptación de 1931, dirigida por Tod Browning, es bastante floja. Usando como fuente la obra de teatro de John Balderston y Hamilton Deane, Drácula es una película almidonada, tan fiel al argumento que nunca despega del escenario para convertirse en una experiencia cinematográfica. Algunos sets son una joya: catacumbas góticas y castillos en ruinas, llenos de telarañas y ramas invadiendo las ventanas, y esa escalera en espiral, que volveríamos a ver miles de veces. Pero el resto padece una tibieza que no está presente, por ejemplo, en la obra maestra de Browning: la brutal Freaks. Si bien Lugosi es memorable, Dwight Frye, en el papel de Renfield, resulta mucho más aterrador que el atildado vampiro (esta risa me sigue dando pesadillas).

Sin contar la adaptación libre que F.W. Murnau ya había hecho de la novela de Bram Stoker, pasaron casi treinta años para que Drácula consiguiera un actor a la altura del papel. En Horror of Dracula, Christopher Lee le añadió un pulso amenazante, hasta ese momento inédito en el conde. A diferencia de la cinta de Browning, la adaptación de Terrence Fisher, quien también estuvo a cargo de otras grandes películas de horror de los estudios Hammer, es una obra llena de aspectos notables (vean los encuadres; escuchen la música). Más allá de sus virtudes formales, Horror of Dracula ha resistido el paso del tiempo gracias a la mancuerna de dos leyendas del género: Peter Cushing, como Van Helsing, y Christopher Lee, como Drácula.

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