domingo 26 de marzo de 2023
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El mundo es de la Argentina

Lionel Messi levanta la copa y algo se mueve, el mundo se nos acomoda. Era una pieza que nos faltaba, la foto que necesitábamos. Hay alivio, hay alegría, hay también un torbellino que se lleva puestas las angustias pasadas. Lo que no hay en Messi es llanto, todo es pura sonrisa, un hombre dispuesto al goce. Es un hombre pero de pronto es un niño. Está con sus hijos, con su mujer, con sus compañeros y en el medio del campo de juego abraza a su madre. Debe ser esto lo más parecido a un regreso a la infancia. La copa es su Rosebud.

Messi, un jugador que regaló felicidad con su fútbol, desconocía esta forma de felicidad, la de ser campeón del mundo. Una vez fue silbado en una cancha de la Argentina, ahora es venerado sin límites. El mundo a sus pies. Pero la mejor foto no es la que lo tiene levantando la copa, con la túnica que le pusieron, el sello de agua del primer Mundial árabe. La mejor foto la entregó cuando después de llevarse el premio al mejor jugador de Qatar 2022 rompió la regla, pasó por al lado de la copa y le dio un beso. Es amor libre, que es también lo que vivió en este mes con el fútbol. 

Y entonces sí, el hombre liberado levanta los seis kilos y ciento setenta gramos, el oro macizo de 18 kilates, y termina con lo que del pasado lo pudiera atormentar, nos pudiera atormentar. Acaba de terminar una final con Francia que será recordada en libros y documentales, llamada a ser revisada por ganadores y derrotados, una final para Netflix. Una final que fue una exhibición argentina de fútbol, derrumbe con el empate francés, zozobra cada vez que atacaba Mbappé, resurgimiento con el gol de Messi, otra vez frustración con el empate y el golpe por golpe final que quedará para siempre en la tapada de Dibu Martínez. La leyenda de Lusail. 

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