Esta semana va a redondear una imagen, parcial pero potente, de contradicciones en medio de la crisis. El arranque -sin final a la vista- está tomado por la peor y a la vez crucial batalla en el interior del PRO, con sus estribaciones entre los otros socios de la coalición opositora. El kirchnerismo, sin claridad sobre la estrategia electoral pero concentrado en mantener el poder interno, vuelve a cargar en la calle contra la Justicia. Y lo que viene como señal de la economía es un nuevo dato alarmante sobre la inflación, con especial impacto en los rubros más sensibles de consumo.
No es novedad el modo en que se realimenta ese círculo -la lucha por los liderazgos cruzan de diferente modo a todos los espacios- y hasta resulta natural la tensión combinada entre economía y calendario electoral. Lo significativo es que no hay rastros de discusión sobre la crisis; apenas reacciones puntuales frente a algunos datos -precios, pobreza- como ocurre frente a hechos graves de inseguridad. Y lo más llamativo es que, en general, dirigentes y funcionarios reconocen en privado la disociación con los problemas centrales del grueso de la sociedad, y sus posibles costos políticos.