El camino a la “vida eterna” está empedrado de dilemas éticos y obstáculos legales. Los implantes, la reprogramación del ADN, la ingeniería de tejidos y la conciencia digital son algunas de las recetas que ensayan los científicos -amparados por el blindaje económico de algunos referentes tech- para desafiar los límites biológicos.
Desde Jeff Bezos y Elon Musk hasta Larry Page y Sergey Brin (los fundadores de Google), Mark Zuckerberg o el potentado británico Jim Mellon, muchos son los magnates que comenzaron a invertir en startups de biotecnología o neurociencia para romper una frontera clínica que por ahora resulta infranqueable.
La ambición de estos megamillonarios, habituados a la creencia de que existe una solución tecnológica para cada problema, es tratar al envejecimiento como una enfermedad que puede revertirse con un clic.