Hay una palabra en japonés para las personas obsesionadas con los videojuegos y el anime: «otaku». También hay una para los sentimientos que inspiran esos personajes: «moe». Y ahora existe un término para la gente que ha decidido casarse extraoficialmente con esos personajes ficticios y desafiar las normas sociales japonesas: «fictosexuales». Un número cada vez mayor de personas afirma abiertamente que se ha enamorado de los personajes de anime y ha renunciado a la idea del romance en el mundo real.
En Japón, miles de personas están en relaciones ficticias devotas, atendidas por una vasta industria destinada a satisfacer los deseos de una ferviente cultura de fans.