Los oficiales luchaban con Colin Cheung en un auto de la policía que parecía particular. Necesitaban registrar su rostro.
Lo tomaron por la mandíbula para forzarlo a poner la cabeza de frente a su iPhone. Lo abofetearon. Le gritaron: “¡Despierta!”. Le abrieron los ojos. Nada funcionó: Cheung había deshabilitado el acceso a su teléfono con reconocimiento facial tras presionar con rapidez un botón en cuanto lo detuvieron.
Después de varias semanas de intensas protestas, los manifestantes y la policía de Hong Kong han convertido las identidades en armas. Las autoridades buscan en línea a los líderes de las protestas y registran sus teléfonos. Ahora muchos manifestantes se cubren el rostro y temen que la policía esté usando cámaras y tal vez otras herramientas para localizarlos.