domingo 2 de abril de 2023
Cursos de periodismo

En qué se parecen Coldplay y Farmacity

¿Por qué no tendría derecho a hablar de medicina sin ser médico si hablo de ella como un perro? ¿Por qué no podría hablar de la droga sin ser drogadicto si hablo de ella como un pájaro?¿Por qué no podría inventar un discurso sobre cualquier cosa, incluso si se trate de un discurso irreal o artificial, sin que se me tengan que reclamar los títulos que para ello me autorizan? Este párrafo de Gilles Deleuze siempre me pareció liberador. Un filósofo no necesita un baúl, necesita sólo un pequeño bolso de pugilista para poder llevar ahí su pequeño pack de herramientas y crear con ellas infinitos conceptos. Cuanto menos herramientas necesita un filósofo, más potente es.

Muchas veces la potencia de ensayar surge de tratar de unir ideas o conceptos que uno tiene en mente y que no necesariamente parecen informarse entre ellos. A veces los ensayos surgen de la arbitrariedad, de la curiosidad y también de la casualidad. Unir cosas que parecían antitéticas, polarizarlas, rozarlas, colisionarlas. Un ensayo no tiene la necesidad de responder, sino más bien la alegría de preguntar. Un ensayo podría, incuso, llegar a conclusiones paradójicas o que se neutralicen entre ellas. Un ensayo es una línea asintótica. Lo hermoso -por lo menos para mí como lector- es observar el recorrido de la mente, la pura operación mental. Hay algo en uno que sabe sin que uno sepa que sabe. Es eso lo que se nutre con los ensayos que de alguna manera no buscan responder, tranquilizar. Los mejores conceptos son los conceptos que nunca se tranquilizan.

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