martes 6 de junio de 2023
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En Sudán se enfrentan un general golpista con un señor de la guerra apoyado por mercenarios rusos

Hace 4.000 años, entre la primera y la sexta catarata del Nilo se formó el reino de Kush. Su evolución estuvo íntimamente conectada a los hermanos del norte, los egipcios. Y como ellos, fueron sometidos a la conquista y recibieron el aporte de griegos, romanos, cristianos, musulmanes y ejércitos y administradores británicos. Hasta que surgió Sudán con una población árabe-musulmana en el norte y otra animista-cristiana-negra en el sur. Se independizó en 1956 y desde entonces vivió la mayor parte de su historia en guerra. En este momento se enfrentan dos facciones armadas que se disputan el gobierno de Khartoum, la del ejército regular y la de una poderosa milicia apoyada por los mercenarios del Grupo Wagner ruso, iniciando desde el fin de semana el último de una serie casi infinita de conflictos armados que amenaza con desestabilizar una vasta región del norte de África, desde el Sahel hasta el Mar Rojo.

Las fuerzas armadas sudanesas son ampliamente leales al general Abdel Fattah al-Burhan, líder de la junta militar y gobernante de facto del país, mientras que los paramilitares de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), un conjunto de milicias, siguen al señor de la guerra, el general Mohamed Hamdan Dagalo, más conocido como Hemedti. Ambos disputan el poder desde que derrocaron en 2019 la dictadura de 30 años de Omar al-Bashir. Los militares habían prometido una salida democrática hasta que dos años más tarde organizaron un autogolpe y se apoderaron definitivamente del gobierno.

Las RSF fueron fundadas por Bashir para aplastar la rebelión en Darfur, al oeste del país, que comenzó hace más de 20 años debido a la marginación política y económica de la población local por parte del gobierno central sudanés. Las RSF son conocidas por la población local por el nombre de Janjaweed, famosas por las atrocidades que cometieron. En 2013, Bashir transformó a los Janjaweed en una fuerza paramilitar semiorganizada y otorgó a sus líderes rangos militares antes de desplegarlos para aplastar otra rebelión, esta vez en Darfur, en el sur y, posteriormente, enviar a muchos de ellos a luchar en la guerra de Yemen y, más tarde, de Libia.

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