Las elecciones parlamentarias finlandesas se celebraron el 2 de abril, pero se ha tardado casi tres meses para constituir un nuevo gobierno. Después de solo dos semanas en el poder, la nueva coalición de derechas de Finlandia se enfrenta a escándalos neonazis y a una creciente oposición a su agenda austeritaria que hace que parezca cada vez menos probable que dure el ciclo electoral completo de cuatro años. Mientras tanto, sin embargo, ya está haciendo mucho daño.
Las elecciones nacionales de abril supusieron grandes ganancias para la oposición de derechas de Finlandia. Todos los partidos del gobierno perdieron terreno, con la excepción de los socialdemócratas (Suomen sosialidemokraattinen puolue, SDP), que ganaron tres escaños más, y el Partido del Pueblo Sueco (Suomen ruotsalainen kansanpuolue/ Svenska folkpartiet i Finland, SFP), que mantuvo sus nueve escaños. En una campaña electoral dominada por la deuda nacional y el coste de la vida, en particular los precios de los combustible, la política económica fue un tema central para el Partido de la Coalición Nacional de centro-derecha (Kansallinen Kokoomus, NCP) y el partido de extrema derecha, Los Finlandeses (Perussuomalaiset).
Aun así, los resultados no reflejaron necesariamente una voluntad masiva de cambio en la política finlandesa. Si bien tanto el NCP de derecha como Los Finlandeses ganaron terreno en las elecciones, el apoyo colectivo a la coalición actual representa el 49,4 por ciento de los votos, en comparación con el 49,6 por ciento del que disfrutó el anterior gobierno de centro izquierda. Es cierto que los socialdemócratas incluso ganaron tres escaños más pero puede haber sido a expensas de la Alianza de Izquierda y los Verdes.