La fiebre por la inteligencia artificial iniciada por Chat GPT se propaga como la pólvora pese a las dudas éticas que esta tecnología abre y a las advertencias de autoridades como la Organización Mundial de la Salud sobre su potencial efecto dañino si se usa de forma indebida. Incluso, Sam Altman, CEO de Open AI, la propia firma creadora de Chat GPT, admitió la semana pasada en el Senado de EE UU que es una tecnología “que puede acabar realmente mal”. De entre los distintos sectores en los que la IA está ganando influencia, destaca uno especialmente sensible: el de la guerra. Con la misión de hacer más eficiente la lucha en el campo de batalla, Gobiernos y empresas se afanan en explorar formas de sacar partido a la tecnología. Precisamente, a esto se dedica Peter Thiel, un hombre que, a juzgar por la reacción de los inversores, tiene visos de lograrlo.
Thiel es un empresario e inversor estadounidense cuya fortuna Bloomberg estimaba a finales de marzo en unos 8.000 millones de dólares. Él fue uno de los fundadores de PayPal. Demostrando un extraordinario don de la oportunidad, con la parte que obtuvo de los 1.500 millones de dólares que dejó la operación, Thiel se convirtió en 2004 en el principal inversor de una entonces incipiente compañía llamada Facebook. En ella, ocupó durante años un puesto en el consejo de administración, cargo que abandonó en 2022 para apoyar al Trumpismo en las elecciones legislativas, una corriente política de la que también se convirtió en 2016 en uno de los primeros en patrocinar.
Dentro del ya de por sí peculiar universo de Silicon Valley, Thiel ha estado rodeado de un especial halo de polémica por su forma de proceder. En el pasado, orquestó una campaña para hundir Gawker, un portal de noticias que en 2007 publicó informaciones sobre su orientación sexual. Tal y como recapitula Forbes, aunque perdió su demanda original, durante años Thiel financió las denuncias que otros iban dirigiendo contra el citado portal.