Es lunes y son las 17.35 de una tarde de julio. La estación del subte C está punto de explotar y la marea de gente corre hacia las escaleras. En un rincón, donde la ola de pasajeros no atropella, tres policías se sumergen en un celular. Dos están de civil. La única uniformada es una mujer: rodean a un joven que pone cara un poco de ofuscado, porque está a punto de perder el tren, y otro poco de susto porque no sabe bien qué está pasando.
Esta escena se repite: el nuevo sistema de reconocimiento facial en las estaciones de subtes y, ahora, en las de ferrocarriles, de la ciudad de Buenos Aires, activó 1.227 alertas. Según datos oficiales, desde la implementación del Sistema de Reconocimiento Facial de Prófugos (el 25 de abril), se identificaron a 14 personas por día, en promedio.
De esa cifra, sólo el 18 por ciento quedó detenido. El resto fueron notificadas, no tenían requerimientos judiciales que implicaran una detención o padecieron un error del sistema o de la base de datos.