¿Cuánto vale un abrazo? En plena pandemia, cuando la distancia social no tenía fecha de vencimiento y los barbijos igualaban los rostros de la gente, la comunicación virtual fue la herramienta vital para, de alguna manera, seguir conectados. Fueron momentos de pérdidas humanas, de caos e incertidumbre, el futuro se puso en pausa. Parece que fue hace 20 años, pero sucedió ayer nomás.
La noticia de la semana deportiva fue la aparición de Santiago Maratea intentando ir al rescate de Independiente, un club cuya crisis económica amenazaba con llevarlo a la quiebra y sin nadie a la vista que pudiera aportar una solución. “Se tuvo que crear un fideicomiso para poder depositar la plata, y ese fideicomiso es de los hinchas de Independiente. Lo que se va a buscar es pagar las deudas que tiene el club, que es de más de 20 millones de dólares”, explicó.
La situación real, el contexto de “tocar fondo”, no lo marcaba en este caso el riesgo de descenso del primer equipo a raíz de la deuda, sino el peligro de quedarse sin futuro. Lo explicó muy bien Miguel Ángel ‘Pepé’ Santoro: “En este momento, tenemos entrenando a 49 chicos que quieren jugar y no pueden, no los podemos fichar porque la inhibición abarca a todos, hasta las inferiores. Por eso hablo de que la situación es triste y por eso es importante pagar estas deudas”, decía el arquero leyenda este jueves. La imagen de garantía pedida por Maratea daba en la tecla del real problema: el inconveniente no es que el equipo de Ricardo Zielinski no pudo competir con River en el Monumental y está a dos puntos del último (Unión) de la tabla en la Liga Profesional 2023, sino que los chicos del futuro –eventuales protagonistas del resurgimiento- están pero no están: tienen canchas y camisetas, pero no el aval jurídico. Entonces, ese quiebre sí es garantía de no haber futuro. Santoro (un tipo querido y respetado por todos en el Rojo) daba a los 81 años, una vez más, el ejemplo. Sabiduría y corazón.