Una cirugía tan sencilla como extraer el apéndice se ha vuelto una operación sumamente peligrosa: si la herida se infecta, el paciente puede sufrir sepsis y morir. Los trasplantes se han vuelto virtualmente imposibles, cualquier infección matará al paciente.
La neumonía ha vuelto a ser la principal asesina de ancianos. Y hay una epidemia entre los jóvenes: la gonorrea, una infección sexualmente transmitida que está causando infertilidad y embarazos ectópicos, un trastorno potencialmente letal para la madre.
Tampoco tenemos posibilidad de tratar a los pacientes con tuberculosis, ni a quienes sufren accidentes graves, ni a los quemados.