Daniel Scioli y sus ministros atendían en el edificio del Banco Provincia, a metros de la Plaza de Mayo. María Eugenia Vidal y su gabinete comenzaron con reuniones frecuentes en la Casa de la Provincia, a dos cuadras del Congreso de la Nación, y se mudaron después al predio del Museo Ferroviario, sobre Avenida Libertador, muy cerca de la Autopista Illia.
Si la mudanza hubiera llegado antes, tal vez fugaces funcionarios de Vidal como Guido Sandleris no hubieran renunciado a la gestión con el argumento íntimo de que ganaban poco y tenían que viajar, todos los días, desde el extremo norte al extremo sur del conurbano bonaerense. Hoy los intendentes del PJ de la tercera sección electoral se quejan de que los ministros de la gobernadora los citan en la Ciudad de Buenos Aires y ya no van para La Plata.
Para encontrar un gobernador bonaerense considerado como tal hay que remontarse a los años de Felipe Solá. Nacido en Recoleta, Solá había desembarcado como ministro de Antonio Cafiero en la provincia en 1987 y llevaba un cuarto de siglo transitando el territorio y la política cuando fue electo en 2003.