Las medidas económicas anunciadas para allanar las tratativas con el FMI y tratar de oxigenar las reservas y la recaudación provocaron por primera vez una andanada de críticas opositoras que rozan el sensible tema de la deuda con el organismo internacional. En condiciones normales, podría haber abierto un debate de interés, nada desdeñable tampoco para el oficialismo porque remitiría al largo proceso de la crisis. No resultó así y, junto al sacudón del dólar -y las proyecciones preocupantes sobre la inflación-, la inquietud volvió al frente interno: el sentido del silencio kirchnerista, la dureza inesperada de Juan Grabois y la insólita referencia desde el Gobierno a temas como el hambre y la pobreza. De mínima, fuego amigo.
Juntos por el Cambio puso el foco en los ajustes de coyuntura –“parche”, fue el calificativo- que exponen los anuncios, en el arranque de la semana crucial para cerrar el acuerdo con el Fondo. Pero no apuntó contra la negociación en sí misma. Incluso, algunos de sus dirigentes se encargan de recordar cada tanto que el acuerdo firmado por esta gestión fue avalado en el Congreso gracias al aporte de su voto, frente al rechazo efectivo del kirchnerismo duro.
Es decir, tanto Horacio Rodríguez Larreta como Patricia Bullrich, en primer lugar, cuidaron ese flanco. Nada casual pensando en lo que podía imaginarse como contrapunto de campaña. Pero lo llamativo fue, de entrada, que la posición del oficialismo quedó restringida casi por completo a Sergio Massa, en soledad. Y en paralelo corrió la interpretación, más o menos compartida puertas adentro, sobre el mensaje que representaría la falta de otros pronunciamientos frente a la andanada opositora, que también incluyó a Javier Milei y Juan Schiaretti.