El acceso de China a la Organización Mundial del Comercio supuso un punto de no retorno para la economía global. Durante los años siguientes, miles de empresas europeas y estadounidenses hallarían en el gigante asiático una fuente inagotable de trabajadores baratos, estabilidad y logística. El éxito económico chino se explica en gran medida gracias al «outsourcing», a la captación de industrias occidentales. Ahora, la globalización ha cerrado el círculo.
China ha comenzado a sufrir el mismo efecto.
Lo desarrolla el Financial Times en este artículo: algunos fabricantes de automóviles chinos llevan algunos años abriendo plantas de producción en Myanmar, hoy en plena conflagración civil. El país, tradicionalmente dominado por la industria japonesa, experimenta un renovado apetito de vehículos. Durante los últimos años las ventas se han multiplicado por cinco. China desea obtener un trozo del pastel. Y el mejor modo de conseguirlo es fabricando allí.