Tengo las listas de los desaparecidos acá en la cabeza, dice Nicolás Ruarte (foto principal), el nieto de Luis Jorge Arias Duval, jefe de la central de reunión y del grupo de tareas 2 del Batallón 601 de Inteligencia del Ejército durante la dictadura. Cuenta que vio lo que hace más de 40 años están buscando los familiares, los organismos de derechos humanos y la justicia. “Debían ser cuatro o cinco hojas. Muchos nombres por hoja. Sólo nombres y puntos suspensivos como separadores entre nombre y nombre”, insiste el chico de 28 años que hace unos meses se contactó con uno de los grupos de hijos e hijas que repudian a sus padres genocidas.
La aparición de Nicolás –así como la de otros nietos, nietas, hijos, hijas y ex hijas– terminó abriendo una puerta que se pensaba insondable a pocos días de cumplirse 42 años del último golpe de Estado: la intimidad de los represores, donde por años se refugiaron del rechazo social, protegieron sus secretos, pero también donde anida la repulsa que más los corroe: la de sus propios descendientes._Clickear para leer y ver la historia de Nicolás_
Arias Duval integraba el poderoso aparato de inteligencia del Ejército, responsable de secuestros, torturas e infiltraciones. En 2003 fue detenido por haber participado en las desapariciones y tormentos de militantes montoneros que volvieron al país en el marco de la contraofensiva. En 2007 –durante el primer juicio en el que se condenó a militares desde la reapertura del proceso de Justicia—, Arias Duval recibió una pena de 25 años de prisión.