Una de las pocas buenas noticias en la economía del periodismo de este 2020 ha sido el crecimiento de la industria periodística del individuo: profesionales que emprenden su camino por libre, lejos del abrigo de los medios, para conectar con sus comunidades y financiarse gracias a suscriptores, mecenas o anunciantes. El incremento de periodistas que viven de su trabajo mediante boletines de correo, podcasts o blogs, debe celebrarse, pero no se trata de un modelo asumible o fácilmente imitable por cualquiera. En este artículo exploro los rasgos de esta pujante y sobreexpuesta industria periodística individual.
El goteo de periodistas salidos de medios de referencia para crear su propio boletín de correo en Substack ha sido constante en Estados Unidos: Andrew Sullivan (New York Magazine), Matt Yglesias (Vox), Polina Marinova (Fortune), Casey Newton (The Verge), Emily Atkin (New Republic), Matt Taibbi (Rolling Stone) o Glenn Greenwald (The Intercept). Son reporteros o columnistas de renombre que han decidido emanciparse en busca de espacios de menor presión ideológica, de mayores ganancias o de una relación más directa y autónoma con sus lectores. En algunos casos se trata de un viaje de vuelta: blogueros pioneros que con su fama digital lograron tribunas o puestos de editores en las grandes redacciones, las abandonan ahora para retomar su iniciativa personal.