Es una idea vieja. Varias veces propuesta, pero que al intentar aplicarse se desvaneció. Antonio Cafiero quiso institucionalizar al peronismo con la renovación que impulsó a fines de los 80 buscando asimilar un movimiento ‘silvestre’ como el peronismo, a prácticas más ‘científicas’ similares a las de la socialdemocracia europea. Logró que en julio de 1989 se definiera la candidatura presidencial del PJ a través de una elección interna entre el propio Cafiero acompañado por De la Sota, y Menem acompañado por Duhalde. Cafiero obtuvo el 46% perdiendo frente a Menem, quien consiguió el 54% de los votos.
Tras su triunfo Menem cooptó a los principales dirigentes de la renovación: De la Sota, Manzano, Grosso, quienes pasaron a integrar los equipos de Menem, dando corta vida a la competencia entre líneas internas del partido, volviendo a repetir la hegemonía alrededor de un líder carismático. Aura que se sostuvo hasta la tácita derrota de Menem en 2003 frente a Néstor Kirchner, quien reinstaló el sistema hegemónico dos años después al jubilar a la sombra que ya por entonces era Duhalde y repetir a “rey muerto, rey puesto”.
Aquel efímero intento de horizontalizar la conducción con continuas competencias internas soñado por Antonio Cafiero, dio paso a monarquías absolutas y duraderas: una década de Menem, casi otra de Néstor Kirchner y otra más de Cristina Kirchner. La mesa de discusión entre diferentes integrantes del Frente de Todos que duró de la noche del jueves hasta bien entrada la madrugada del viernes, ¿viene a recuperar el espíritu institucionalista de Antonio Cafiero o es una mera puesta en escena con diversos fines?