Tiene 25 metros de largo, pero el puente construido por los vecinos de una ciudad del interior de Brasil le pasó por encima a enormes problemas de dinero, ineficiencia y quizá hasta de corrupción que devoran a este país.
La historia transcurre en Barra Mansa, un municipio ubicado unos 130 kilómetros al noroeste de la ciudad de Río de Janeiro, dentro del mismo estado.
Allí hay dos barrios de casas humildes, muchas de bloques a la vista: Nova Esperança y São Luiz, separados por un riachuelo de vegetación tupida, que según vecinos complicaba su día a día.
La cuestión, explican, es que apenas uno de esos barrios tiene puesto de atención médica y entrega de medicamentos. A su vez, solo en la otra orilla se detiene un autobús camino a una zona más comercial de la ciudad.