martes 6 de junio de 2023
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La libertad de expresión y su policía digital

Si un presidente habla pero las vías para ser escuchado por la sociedad impiden su expresión, ¿realmente habla? Esta variable del famoso kōan zen bien puede aplicarse al bloqueo sufrido por el ex-presidente Donald Trump en el tramo último de su mandato por parte de las grandes plataformas digitales Facebook, Google y Twitter, que sumó la prohibición de Apple, Amazon y nuevamente Google de descarga para la app de la red social Parler, un foro de extremistas de derecha, supremacistas y otras tribus que encontraron en Trump un genuino vocero.

Cómo y bajo qué reglas circulan los discursos, quién puede escucharlos y cuáles son los límites de lo decible son cuestiones que remiten a la esencia de una democracia. Si a la circulación de ideas y opiniones se le imponen peajes arbitrarios, sea a través de controles gubernamentales, de corporaciones privadas (tema que no suelen contemplar los indicadores de «calidad democrática») o de sistemas mixtos de vigilancia, la capacidad de acceder y participar de los debates y decisiones públicas se resiente.

Después de capitalizar el frenesí autoritario de Trump y su incontinencia comunicacional, las plataformas digitales bloquearon sus posteos, en un giro respecto de la apacible tolerancia que tuvieron con él cuando llamó a fusilar a quienes protestaban por el asesinato de George Floyd en manos de la policía para recordar que «las vidas negras importan». Entretanto, Trump perdió las elecciones generales, y los republicanos, el control de las dos cámaras del Congreso. El giro de la política de las plataformas es copernicano: si bien hubo casos de intervención de estas en otros procesos políticos –en varios países latinoamericanos como Brasil, Venezuela, Cuba o México–, es la primera vez que la coordinación de los gigantes de internet aísla a un jefe de Estado y a sus millones de seguidores. A menos de un año del juramento de defensa radical de la libertad de expresarse del entonces presidente Trump hecho por Mark Zuckerberg (Facebook) y Jack Dorsey (Twitter), las plataformas profanan una de las utopías del credo liberal.

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