La develación de los hechos truncados de la historiografía oficial por los dirigentes sionistas durante décadas no ha comenzado hoy. Desde finales de la década de 1980 hasta el cambio de siglo, los «nuevos historiadores» israelíes se dedicaron a profanar la «narración nacional» construida desde cero por los fundadores del Estado y a acreditar gradualmente, sobre la base del trabajo en los archivos, las tesis de los historiadores palestinos sobre la colonización y luego la expulsión masiva de los palestinos de su tierra. En 1993-1995, estos historiadores fueron vedettes en Israel. Pero esta escuela, que puso en cuestión las falsificaciones históricas que acompañaron la creación del país, acabó desintegrándose.
Por otro lado, se multiplican los trabajos de sus sucesores, historiadores, periodistas, documentalistas, así como los relatos de testigos o participantes directos en los crímenes cometidos por el Estado de Israel. No hay nada muy nuevo aquí. A menudo, es «con el tiempo» como se restablece la verdad. El documental de 1969 Le chagrin et la pitié [El dolor y la piedad], de Marcel Ophuls, sobre la Ocupación y la colaboración francesa con los nazis, que estuvo prohibido en la televisión de ese país durante 12 años, tuvo un enorme impacto. Y ¿cuánto tardó Francia en reconocer que la deportación de 13.000 judíos parisinos entre el 16 y 17 de julio de 1942 no fue llevada a cabo por los «ocupantes nazis», sino por las fuerzas del orden francesas (al servicio de los nazis)? ¿Cuánto tiempo tardó en salir a la luz la verdad sobre la masacre de argelinos en París a manos de la policía francesa el 17 de octubre de 1961? ¿Qué Estado no ha intentado alguna vez ocultar hechos perturbadores de su pasado?