Bob Iger quería aprobación. Era febrero de 2011 y el CEO de Walt Disney reunió a su directorio. Presentó El Primer Vengador, meses antes de su difusión. El que pronto sería un gran éxito sirvió como otra señal de que la apuesta de Iger a revigorizar el negocio de películas de Disney por medio de la adquisición de Marvel y Pixar daba grandes dividendos.
Ahora, con los directores reunidos nuevamente, Iger puso la mira en su siguiente apuesta: reinventar el activo más apreciado de la marca, los icónicos parques de Disney. Planeó volcar casi US$ 1000 en MyMagic+ para modernizar la infraestructura digital de los parques temáticos para transformar el modo en que operan y se conectan con los consumidores. En el corazón del proyecto estaba la BandaMágica (MagicBand), una pulsera electrónica que los visitantes usarían para tener acceso a Disney World y sus atracciones; harían compras en los restoranes y abrirían las puertas de sus cuartos de hotel.
Iger, que ingresó a Disney cuando adquirió ABC en 1996 y sobrevivió al tumulto de fines del reinado de Michael Eisner para convertirse en CEO en 2005, sabía que MyMagic+ representaba un riesgo. Aparte de las preocupaciones por la privacidad, el proyecto podría convertirse en una pesadilla logística. O algo peor, luego de años de inversión, podría ser rechazado por los visitantes. Por eso esa tarde Iger buscó el pleno apoyo de su directorio.