martes 6 de junio de 2023
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La república del silencio: obra, autor y cancelación

La querella clásica del autor y su creación retorna como lo reprimido: una y otra vez. ¿Debe objetarse una creación ante diversos aspectos que involucran a su creador? Por contigüidad parece ser que sí. Si tal cometió un delito, dijo una barbaridad (?) o votó a alguien que no queremos su obra pasa a ser parte de ese universo que se objeta. Este procedimiento social lo que hace es identificar: lo mismo es la obra que el autor. No hay distinción y allí comienza todo.

En primer lugar, hay que decir que la obra está de hecho separada del autor. Lo escrito, filmado, musicalizado… es parte de una ejecución en un momento y lugar por parte de un individuo. Una vez dada a conocer la obra deja de pertenecer al autor. Él está inscripto en ella, porque lleva su nombre, pero la obra ya tiene vida propia: es leída, interpretada, citada, olvidada, exagerada, copiada. La obra discurre por el sendero infinito de las lecturas; de la recepción, como se dice. El autor o autora acompañan ese circuito pero desde el comentario, la presentación, porque la obra es algo “exterior”, un objeto que puede leerse, pero no es el autor. Un autor nunca se lee, aunque digamos que leemos autores. Siempre leemos textos y a veces ni siquiera. Tal vez, y exageramos, lo que leemos son momentos de recepción de la historia de la lectura.

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