El sábado a la medianoche, en el mismo minuto en que se cerraban las puertas de los juzgados electorales en todo el país para la presentación de listas, comenzaba oficialmente la primera campaña electoral, hacia las PASO. Después de las negociaciones, los ganadores y los perdedores, será un nuevo comienzo para los dos frentes con más intención de voto. El Gobierno, con un ojo puesto en la estabilidad cambiaria, tendrá a Mauricio Macri y al ave fénix Marcos Peña ocupados en remontar la imagen del Presidente en la provincia de Buenos Aires y atentos a que los heridos del cierre no hagan daño en los 50 días que quedan hasta las primarias. Algunos ya lo están pensando.
Emilio Monzó, Daniel Lipovetzky y los peronistas bonaerenses que se habían reunido alrededor de Miguel Pichetto aparecen en el podio de los desencantados de Cambiemos. También la vicepresidenta Gabriela Michetti, que lamentó en las últimas horas que nadie haya reconocido su labor en el Senado mientras se discutían listas que no la incluían. Aunque, claro, hay diferentes grados en las heridas. «Yo ahora puedo avanzar en el Congreso con algunos proyectos que no quería la Casa Rosada ¿quién me va a decir algo?», le escucharon decir a Lipovetzky. El diputado preside la comisión de Legislación General, un cuerpo clave en la Cámara baja. Y fantasea con reimpulsar desde allí la discusión por el aborto legal antes de fin de año, además de un proyecto para regular la maternidad subrogada en la Argentina, un debate que un gobierno que lleva candidatos «celestes» en lugares expectantes de las listas quiere evitar a toda costa.
De la exclusión de Lipovetzky de las listas, sin embargo, surge un dato político que habla del equilibrio de los poderes en el macrismo: la debilidad relativa de Daniel Angelici, padrino político del diputado, que sólo logró la inclusión de Martín Ocampo en la lista de legisladores porteños. Contrasta con la fortaleza de su archirrival Elisa Carrió, que consiguió lugares clave en las listas de todo el país y podría terminar con 15 diputados propios apenas semanas después de haberle dicho «hijo de puta» al jefe del bloque PRO, Nicolás Massot.