viernes 31 de marzo de 2023
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La siesta: instrucciones de uso

Mis compañeros especialistas de sueño y yo estamos haciendo campaña para rehabilitar la siesta y demostrar que hacer breves siestas es una estrategia excelente y respetable para gestionar el sueño. Te pueden volver más inteligente, más rápido y más seguro que lo que serías sin ellas. Deberían ser ampliamente consideradas como un arma poderosa en la lucha contra la fatiga, y la persona que escoge la siesta debería ser reconocida como héroe.

Con estas entusiastas palabras ensalzaba Willian C. Dement (1928-2020), uno de los pioneros estadounidenses en la investigación de la medicina del sueño, las virtudes de la siesta en su libro Promise in Sleep (2000). ¿Debemos hacerle caso o estaba exagerando? ¿Son siempre recomendables? Pero antes de abordar la cuestión, recordemos los orígenes culturales de esta costumbre.

La pausa de la sexta hora
La palabra siesta deriva del vocablo latino sexta: los romanos paraban a comer y descansar en la hora sexta del día, dentro de las doce horas en que dividían el periodo de luz. En Hispania, empezaría a las 13.00 en Tarraco (hoy Tarragona) y a las 13.30 en Caesaraugusta (Zaragoza) cuando era invierno. En verano daría comienzo a las 14.30 en Lucus Augusti (Lugo). Esta siesta romana de la hora sexta, tras haber cumplido con las obligaciones y después de haber comido, se llamaba meridiatum.

Hacer la siesta o sestear es un hábito muy arraigado en los países mediterráneos. Los hablantes anglosajones han adoptado la palabra en castellano “siesta” para referirse al periodo de sueño establecido a mediodía, después del almuerzo, mientras que las siestas breves a otras horas del día se denominan naps.

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