Es su tribu. “Mi mujer, mis hijos, mis relaciones…”, enumera Sebastião Salgado, que ha viajado a los rincones más remotos del planeta, donde ha convivido con tribus perdidas y ha admirado a estos hombres y mujeres en los que él vio un espejo de la humanidad. Casi medio siglo lleva Salgado intentando extraer con su cámara fotográfica algo parecido a la esencia del mundo y de la humanidad, como hacían los novelistas desmesurados del siglo XIX o sus coetáneos latinoamericanos del siglo XX como García Márquez o Vargas Llosa.
Pero él no se confunde. Sabe que su tribu no está al fondo de la Amazonia o en Sumatra. Y cuenta que a su edad ya no está para esos trotes. Sebastião Salgado lo anuncia en su estudio en París: “Es la hora de empezar a calmarme un poco”.