El presidente chino, Xi Jinping, y el francés, Emmanuel Macron, tomaron té juntos el pasado fin de semana en la ciudad de Cantón.
Horas después del encuentro, en el que ambos abogaron por la paz en Ucrania, aviones de combate chinos sobrevolaban el Estrecho de Taiwán en una nueva demostración de músculo militar de Pekín.
Las maniobras de China para intimidar a Taiwán comenzaron un día después de la visita de Estado del presidente francés, que marcó un hito en la diplomacia china.
Esta sucesión de acontecimientos es el ejemplo más reciente de las dos caras que China presenta al mundo: la de la paloma de la paz en el plano internacional y la del perro de presa que enseña los dientes codiciando lo que considera su territorio.