Los productos no llegan a ser marcas reconocidas mundialmente sin que las compañías que los hacen tomen riesgos en el camino. Pero hasta los más exitosos ejecutivos, comercializadores y diseñadores a veces se equivocan… en una escala monumental.
Planes que parecían una buena idea en el momento se convierten en catástrofes comerciales, y las empresas más renombradas parecen incompetentes.
Además, los costos tanto financieros como de reputación pueden ser enormes.
Y cuando hablamos de firmas y productos grandes, no estamos exagerando: he aquí tres de los ejemplos más extremos protagonizados por el jabón Persil de Unilever, Coca-Cola y el auto Mini, de la British Motor Corporation.
Si bien la competencia a menudo impulsa a las empresas a los grandes avances, también puede llevarlas por mal camino.
Los siguientes casos ilustran que al fijar la mirada en el competidor, se puede perder de vista el negocio propio.