El campamento de Al Hol, en el noreste de Siria, es un hervidero de ira y preguntas sin respuesta.
Dentro se encuentran las mujeres y los niños perdidos del grupo radical autodenominado Estado Islámico (EI), abandonados por sus hombres, su califato y sus gobiernos.
Algunas se aferran a su ideología, alimentada por el odio: «¡Estamos invictos!», te gritan en la cara.
Otras, en cambio, piden una salida, un camino que las lleve a casa.