En febrero pasado escribí que había habido una explosión de optimismo sobre el estado de la economía mundial en 2023. La opinión de consenso entonces era que las economías del G7 (con la lamentable excepción del Reino Unido) evitarían una crisis este año. Habría una desaceleración en comparación con 2022, pero las principales economías iban a lograr un «aterrizaje suave» o incluso no aterrizar en absoluto, simplemente continuar planeando, aunque con una baja tasa de crecimiento. Las agencias internacionales como el Banco Mundial, la OCDE y el FMI actualizaron al alza sus previsiones de crecimiento mundial.
Sin embargo, todo ese optimismo ha resultado «infundado», como sugerí entonces. Incluso en la economía del G7 con mejor rendimiento, los EEUU, una recesión (es decir, «técnicamente» dos trimestres consecutivos de contracción del PIB real) parece probable. Incluso la Reserva Federal de EEUU acepta que una recesión es inevitable. En su última reunión, sus economistas acordaron que habría una «recesión leve» en la actividad económica de EEUU este año.
Y según los economistas del Bank of America, hay muchas señales que sugieren que no se ha evitado una recesión en los EEUU y proporcionan varios gráficos para respaldarlo. En primer lugar, hubo una disminución significativa en la actividad manufacturera. «El ISM de marzo fue de 46,3, el más bajo desde mayo de 2020. En los últimos 70 años, cuando la fabricación ISM cayó por debajo de 45, la recesión se produjo en 11 de las 12 ocasiones (la excepción fue 1967)», escribe el Bank of America (BofA). De hecho, a nivel mundial parece haber una recesión del sector manufacturero.