elDiarioAR publicó el domingo una columna con la firma de Esteban Schmidt que incluía agravios machistas hacia la ministra de Salud, Carla Vizzotti. El texto disparó críticas en las redes al autor del texto y al sitio, ante lo cual, la dirección pidió disculpas de inmediato. Quien quiera leer cuáles fueron las ofensas proferidas no puede, porque por decisión de los directores, la nota fue levantada no bien remontó vuelo el rechazo.
Desde mi punto de vista, la respuesta de este sitio ante un error serio, que refleja falencias de procedimiento y criterio que conviven con la profesión desde que nació el periodismo, incluyó dos acciones virtuosas y una decisión autoindulgente y elusiva de su responsabilidad.
Como primer mérito, el diario evitó hacer de cuenta que el mal paso no había existido, característica acendrada en la tradición periodística argentina. Cuando no existían redes que expandieran una reacción inmediata y altisonante, la política recurrente ante las persistentes calamidades editoriales era el silencio, por más que todo el mundo hablara de ellas puertas afuera o en el radiopasillo de la misma redacción, cuna de críticas soterradas con la sinceridad más brutal que se conozca.