En inglés lo llaman ghosting, y en español, a falta de un término equivalente, también. Es la magia de esfumarse, de dejar “en visto” un mensaje en redes, de desaparecer abruptamente con la inestimable ayuda de la tecnología. Así ghosting y ghostear han entrado por la puerta grande en nuestro léxico sentimental.
El ghosting, una práctica lamentable, pero conveniente, es ya la norma, indisoluble a la búsqueda de pareja en apps que propician el volumen de las interacciones y aniquilan la singularidad del objeto de deseo. Todos somos sustituibles y desechables. Eso dicen los académicos que observan el fenómeno en varias universidades del mundo. Si estás buscando pareja te tocará tarde o temprano, esfumarte, o ser la víctima de alguien que se disuelve abruptamente y sin dar explicaciones. Todo a la vez en todas partes, como la candidata a los Oscar.