miércoles 7 de junio de 2023
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Los auriculares con cable son para «boomers»: así nos convertimos en cíborgs

Me regalaron unos auriculares inalámbricos de esos que te incrustas en la oreja como si te hubiese infestado una larva de mosca. No era proclive a ellos, y eso que había escuchado a unos impetuosos chavales decir que llevar auriculares con cable era ya, de un día para otro, cosa de boomers. Además, llevar esa cosa metida en el espacio íntimo del oído y solo sujeta por el rozamiento de sus paredes me parecía un paso más en la carrera hacia el cíborg poshumano.

Pero, sobre todo, más allá de consideraciones filosóficas, tenía miedo a perderlos. En los últimos años había perdido decenas de auriculares con cable, desparecían misteriosamente por casa, y cada poco tenía que ir al bazar de los bangladesíes a comprarme otros. Alguien me dijo en Twitter que los auriculares con cable acababan en el mismo lugar que los calcetines perdidos, un limbo paralelo a nuestra existencia, lleno de auriculares y calcetines. Como son baratos, vivía con la alegría antiecológica del usar y tirar.

Los auriculares inalámbricos, en cambio, son un artefacto tecnológico mucho más complejo y, por tanto, más caro. Mi lógica defectuosa me decía que, si perdía los auriculares con cable, cómo no iba a perder los inalámbricos que, además, no estaban sujetos por nada. Si se te cae uno al suelo puede escurrirse para siempre por la ranura de una alcantarilla (¿se pierden por ahí los calcetines?). Recordé cuando se pusieron de moda los auriculares blancos de Apple, y cómo aquello cambio el aspecto de la realidad: llevarlos negros era ser un pringado. Pero el afán de dejar de ser boomer y molar, usando y perdiendo auriculares caros, me podría conducir a la ruina.

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