Corría el año 1920 cuando el estadounidense Philo Farnsworth, que por entonces tenía 14 años, diseñó en un cuaderno una idea que rondaba en su cabeza y que terminaría siendo nada más y nada menos que el primer aparato de televisión del mundo.
Un siglo antes y en Francia, Louis Braille no había cumplido 16 cuando desarrolló un sistema de escritura para que él y otros que habían perdido la vista pudieran comunicarse.
Los inventores y científicos jóvenes no son un fenómeno nuevo pero siempre han sido casos aislados: aún hoy, cuando cerramos los ojos y pensamos en un inventor, nos imaginamos a un adulto mayor, seguramente hombre, con lentes, guardapolvo, canas y pelo revuelto. Sin embargo vivimos en un mundo en el que más y más chicos y chicas piensan, crean e innovan, obligándonos a abandonar estereotipos.