En 1985, el veterano crítico de cine Vincent Canby escribió un inspirado y admirable ensayo malhumorado en The New York Times sobre el futuro del séptimo arte. Lo que detonó sus cavilaciones fue Habitación 666, el documental de Wim Wenders que acababa de estrenarse en Nueva York. Filmada durante el Festival de Cine de Cannes de 1982, la película retrata a distintos directores solos en una habitación de hotel, donde responden a una pregunta que Wenders había escrito en un pedazo de papel: “¿El cine es un lenguaje que está a punto de perderse, un arte al borde de la extinción?”.
El primer director —y la otra fuente del desasosiego de Canby— fue Jean-Luc Godard, que describió el proyecto de Wenders como una pesquisa sobre el futuro de las películas. Durante los siguientes 10 minutos más o menos, Godard, con su conocido puro en mano, medita sobre esta pregunta exasperante y perpetua con su característica inteligencia, opacidad e ingenio epigramático. El diagnóstico no es nada bueno. “El sueño de Hollywood es hacer una película”, afirma Godard, “pero la televisión termina haciéndola y la distribuye en todas partes”, lo cual es la mejor descripción que he leído de nuestro mundo actual de NetflixDisneyMarvel.