El académico y jurista Kenneth Roth acuñó años atrás el concepto de “democracias zombies” para describir a un conjunto de modelos políticos oportunistas erguidos en los bordes del sistema de representación al cual vampirizan.
Su referencia era amplia. Citaba autocracias como las de Bielorrusia, Egipto, Uganda, Corea del Norte o Rusia entre muchos otros ejemplos y, por nuestros parajes, los esquemas autoritarios de Venezuela, Nicaragua o Cuba.
“Son muertos vivientes de los sistemas políticos electorales, reconocibles en la forma pero desprovistos de sustancia o valores”, escribió. En esos formatos, las “urnas administradas” no están para que el votante elija sino solo ratifique, en un plebiscito eterno, al dueño del poder “indiferente a los intereses populares que presume servir”.