Soy del norte de México, una de las regiones más afectadas por la violencia del narco durante la guerra contra el narcotráfico.
Entre 2008-2012 mi ciudad vivió una de las épocas más inciertas y violentas en su historia. Las balaceras, enfrentamientos entre cárteles y militares, que empezaron como acontecimientos esporádicos, terminaron siendo eventos frecuentes. Sucedían a plena luz del día y en cualquier lugar de la ciudad. A mí me tocó presenciar una balacera justo a un costado de la universidad donde daba clases. Tuvimos que cerrar las puertas y aplicar el protocolo de seguridad diseñado para enfrentar estos eventos. Mis amigos y familiares vivieron experiencias similares. Algunos fueron testigos de las balaceras desde sus automóviles y otros desde sus casas.
Junto con la creciente violencia, el cártel de los Zetas empezó a sobornar a los negocios locales. O pagaban su “derecho de piso” o les balaceaban su negocio, o les secuestraban a algún familiar.